A lo largo del curso también hemos hablado sobre cómo el sistema capitalista se sirve de nuestra desconexión emocional para mantenernos controlados. El miedo y nuestra incapacidad para gestionarlo de manera saludable, nos impide acercarnos a las personas que percibimos como diferentes con una actitud de curiosidad, de apertura y de acogida.

Nuestra actitud y nuestros comportamientos se ven condicionados por los temores que tenemos en nuestro interior y que se manifiestan de diferentes formas. Tenemos miedo a fracasar, a no dar la talla, a la opinión ajena, a perder nuestro trabajo, a una enfermedad… Hay miedos de todos los tipos y de todos los colores, y además suelen venir disfrazados de precaución para colarse aún con más disimulo dentro de nosotros. A menudo tildamos de enemigo y deshumanizamos a las personas que pensamos que nos roban la paz, que suponemos, son una amenaza. Detrás de esta deshumanización, lo que subyace es, sobre todo, miedo.

El miedo es una emoción que puede tener efectos positivos o negativos:

  • Es un mecanismo de supervivencia que permite a las personas responder ante situaciones desfavorables con rapidez y eficacia.
  • Provoca parálisis, obsesión, victimismo y culpabilidad, y puede llegar a generar actitudes y comportamientos violentos.

Desde esta segunda posición, no es posible que surja ni el conocimiento ni la sabiduría. El miedo genera resistencias que nos apartan de la realidad y nos empujan a un mundo subjetivo, que paraliza y desborda. El desconocimiento, la desconfianza y el miedo a quienes son diferentes provocan, en quien lo siente, rechazo, resistencias y, en los casos más extremos, odios, violencia y exclusión, todas ellas grandes afrentas contra las reglas que precisamos para convivir en pluralidad, en armonía y, sobre todo, en paz.

El miedo nos bloquea porque genera ideas, actitudes y conductas que construyen una dinámica basada en etiquetar como enemigo a todo el que se nos presenta como diferente, con intereses y necesidades aparentemente antagónicos.

Para disipar el miedo a lo desconocido es fundamental descubrir la raíz originaria de nuestros temores para poder hacer algo al respecto y eliminarla. En relación con las culturas distintas a la nuestra, es común que la raíz del miedo sea una idea preconcebida.

Sentir miedo a veces es inevitable, pero decidir que nuestras acciones estén dominadas por el mismo forma parte de la libertad personal. Ante el miedo, somos responsables de actuar de manera competitiva, pensando que sólo pueden prevalecer los intereses y necesidades del otro o los nuestros; o de manera cooperativa, confiando en que hay espacio para ambas partes y que todas las necesidades pueden ser satisfechas. La primera decisión supondría ejercer la violencia, mientras que la segunda sería propia de una Cultura de Paz.

El conocimiento, el encuentro, compartir, es la única vía para deshacerse del miedo. La ignorancia es la aliada del miedo, por eso el aprendizaje es la mejor vía para contrarrestarlo.

El hombre más poderoso del mundo es el hombre libre,
y éste es el hombre sin miedo

La comunidad escolar y, concretamente la educación impartida, no sólo no debe quedarse al margen de este tipo de conflictos, sino que, por el contrario, constituye un instrumento idóneo para combatir y, sobre todo prevenir, aquellos temores y actitudes que atentan directamente contra la dignidad esencial de cada persona y atacan el fundamento mismo de los derechos humanos universales y de la Cultura de Paz.


Acción poética