Al conversar con mujeres migrantes se conocen las diferentes vivencias y aprendizajes tenidos por ellas a lo largo de su vida, sobre sus entornos y motivos para migrar, lo mismo que sobre el peregrinaje en Cantabria para regularizar su estadía, matizado de muchos sinsabores, algunas alegrías y muchas esperanzas a futuro.

La mayor parte de mujeres migrantes que vienen a residir a esta Comunidad lo hacen huyendo de la inseguridad creciente en sus países de origen, y porque acá esperan mejorar sus condiciones de vida y la de sus familias. Por lo tanto, buscan trabajo, si no es que han llegado ya con su contrato de trabajo.

Tales son los casos de las peruanas Susana (54 años) llegada hace 4 años, con contrato suscrito previamente y que ya tiene la residencia; Cintya (26) llegó como turista hace poco más de 4 años y ya tiene residencia tramitada por arraigo social, y Malena (64) llegada hace 4 años con contrato de trabajo y también tiene la residencia. Mientras que Lesli, colombiana (30) llegó hace poco más de 2 años y ni siquiera está empadronada; y, las argentinas Paula, quien vino hace 3 años con visa de estudios y está empadronada, y Roxana (36) vino hace poco más de 2 años y está empadronada. Todas trabajan.

Independiente de su grado de escolaridad, de secundaria a universitario con posgrado, todas ellas confían en que pronto podrán encontrar trabajo en áreas de sus estudios y previa experiencia laboral. Porque, tal y como señala Paula, con estudios universitarios y experiencia de trabajo en el área de finanzas, al llegar se confía en trabajar en la rama laboral de cada una, pero al no conseguirlo, la única salida es trabajar como empleadas domésticas y de cuidados familiares.

Todas ellas forman parte de Empoderadas, el grupo de mujeres que Movimiento por la Paz –MPDL- Cantabria puso en marcha en el año 2020 y cuyas voces y experiencias reflejan las trayectorias de una gran mayoría de mujeres migrantes que llegan a Cantabria. Hoy han querido que escuchemos su voz para que su realidad deje de ser invisible en nuestra sociedad.

Como se señaló, algunas migrantes latinoamericanas vienen contando, previo a su llegada, con un contrato de trabajo. En la mayor parte de los casos ese trabajo es ajeno a sus estudios y previa experiencia de trabajo, pero están dispuestas a realizarlo mientras homologan las titulaciones de sus estudios o emprenden estudios acá para transitar a empleos en sus áreas de estudio.

La mayoría de migrantes de Latinoamérica llegan con permiso de turista; y, como su decisión es quedarse, pronto se dan a la tarea de buscar trabajo, y se percatan que la oferta de empleo inmediatamente disponible, que es lo que requieren para su autonomía de entrada, las refiere a las áreas de limpieza, cuidado de personas mayores y quehaceres del hogar.

Así es como, pese a sus estudios superiores y experiencia de trabajo en sus países de origen, se desempeñan en esas áreas. Para el caso, Susana en su país trabajaba como administrativa; Cintya, mientras cursaba psicología, trabajaba en puestos de atención al cliente; Lesli trabajaba como dependienta en una tienda de ropa; Malena como secretaria en aduanas; Paula trabaja en finanzas y Roxana con carrera de enfermería, trabajaba asistiendo a obstetras y pediatras.

La situación de acogida en Cantabria, entre llegar con contrato de trabajo o como turista, es muy diferente. Y no solo por el aspecto legal en forma, como ocurre en el primer caso, sino por la irregularidad administrativa del segundo caso que, inclusive, hace que muchas mujeres migrantes estén invisibilizadas por meses y hasta por muchos años; situación en la que con desvergonzada frecuencia son víctimas de explotación y acoso laboral, discriminación, vejámenes y tratos crueles e inhumanos, perpetrados tanto por personas empleadoras, como caseras y funcionarias.

Se puede valorar la acogida laboral que ha dado Cantabria a estas mujeres migrantes: Susana ahora trabaja en una residencia, como auxiliar, y tiene por segundo empleo acompañar por la noche a una mujer mayor. Antes trabajó 3 años como empleada del hogar, en tareas de aseo, cocina y cuidando a una mujer mayor y a niños. La trataban bien, con respeto por los horarios, pero concluyó ese trabajo cuando internaron a la mujer mayor en una residencia.

En tanto que Cintya actualmente está con empleo por pocas horas cuidando a una persona mayor; antes trabajó como empleada del hogar. Luego comenzó a estudiar grado medio de enfermería y ahora hace prácticas en una residencia. Ha trabajado en diferentes casas, como empleada de hogar.

Mientras que, desde marzo, Lesli trabaja en una residencia, en el área de limpieza.

Al llegar trabajó en limpieza por horas, luego 1 año como interna.

Malena trabaja como empleada del hogar y cuida a la pareja de ancianos.

En el primer trabajo, por año y medio, cuidó a una señora con Alzheimer, en turno junto a otra empleada.

El segundo trabajo también fue de empleada del hogar y cuidando a un señor mayor.

En cuanto a Paula, actualmente trabaja en el centro donde estudió e hizo las prácticas, le asignaron 6 horas en un puesto administrativo en el área de educación.

Mientras que Roxana trabaja con unas personas mayores, por pocas horas. Del trabajo de cocina en un bar pasó a trabajar 2 horas diarias limpiando una casa, luego hizo un reemplazo de 15 días por vacaciones cuidando a una mujer mayor, y desde hace 2 años cuida a una mujer mayor por horas.

Parte 1 de la crónica de Ana Lucía Restrepo, voluntaria del Movimiento por la Paz -MPDL- Cantabria. Parte 2 | Parte 3