Llegamos al final del módulo I y es tiempo de reflexionar sobre el concepto de interculturalidad.
A lo largo de seis sesiones las personas que participan en el itinerario formativo ‘Agentes de Mediación Intercultural’ han revisado, analizado y debatido sobre la diversidad cultural y el desarrollo humano sostenible desde la perspectiva intercultural.
Partiendo de la idea de que la interculturalidad es una estrategia en construcción, estas son las reflexiones de algunas de las personas participantes sobre qué podríamos hacer para participar de esa estrategia.
D. B.
“Para avanzar hacia una interculturalidad real y crítica se necesita de la participación y concienciación de una gran parte de la población, sobre todo de aquellos grupos que han sido aculturados (o más bien desculturados) forzosamente por el imperativo de adaptarse a esa modernidad de la que hablan en los textos. Ese es el primer paso y se hace a través de la divulgación y sensibilización, pero sobre todo a través de la educación formal y no formal de las nuevas generaciones, y no se trata de educar en una nueva nacionalidad sino de educar en el sentido crítico, para observar cómo los procesos sociales, políticos y sobre todo económicos han ido restando diversidad a lo largo de la historia. Se ha de inculcar el aprecio por las costumbres, tradiciones y saberes. Una opción interesante en este sentido es abrir la escuela a la comunidad, incluir a las personas mayores, a comerciantes y profesionales de distintos oficios, etc.
Por otra parte también es necesaria la inclusión y sensibilización de la población que pertenece (o cree pertenecer) a esa cultura más dominante, para que sean conscientes de los privilegios y sobre todo de la opresión a la que se ha sometido a otras etnias, culturas, etc. Sin la presión social de todos los grupos es un proyecto muy difícil de conseguir. Las estructuras de poder si no se cambian desde abajo, directamente no cambian”.
C. F.
“El verdadero sentido de la intercultural está todavía en proceso de construcción. Es por ello que la ciudadanía (vecinos, dirigentes, gobernantes…) debemos seguir trabajando para alcanzar el verdadero sentido de intercultural. Una interculturalidad en que:
– se reconozca la diferencia como un valor,
– se valore lo positivo de la diversidad,
– no se jerarquice ni priorice ninguna cultura,
– y que el único “arma” que se use sea el diálogo y el respeto”.
A. C.
Después de leer a Walsh me ha quedado más claro las tres
perspectivas de ver la interculturalidad. Considero que la perspectiva
relacional simplemente se basa en el reconocimiento de que hay varias culturas,
pero que no ayuda a los conflictos que se crean entre ellas. La perspectiva
funcional sigue pensando que hay una cultura que domina, y no creo que sea la
mejor forma de ver la interculturalidad.
Mirar la interculturalidad de manera crítica hace
que veamos las diferencias que marca la sociedad, y esa debería ser nuestra
perspectiva. Para participar de la interculturalidad debemos hacerlo de manera
crítica, en todas las direcciones y en todas las culturas. Si nosotros
conocemos de antemano las relaciones de poder podemos abordar mejor los
conflictos que surjan en la convivencia intercultural
Y. P.
Participar en la estrategia de la
interculturalidad supone construir desde la infancia y socialización primaria
así como secundaria espacios de encuentro que promuevan el diálogo y la
empatía. Según J.M. Raymundo “Para que exista interculturalidad debe haber
espacios donde poder escuchar, responder, preguntar, ser preguntado, debatir,
convivir…”.
En una convivencia intercultural existen numerosas dificultades y retos que
afrontar.
Para responder a la segunda pregunta quisiera tomar las palabras de Carlos
Giménez. “Estamos entendiendo la cultura como ese conjunto o bagaje, más o
menos estructurado, de conductas aprendidas (normas y prácticas en los ámbitos
económicos, familiares, de organización social, formas e instituciones de
autoridad y poder, etc.) y de modos de significación e interpretación de la
realidad (cosmogonía, creencias, simbolización, cogniciones, valores, etc.) que
los miembros de un determinado grupo comparten (diferencialmente entre ellos,
en función de su edad, género, clase, identidad étnica, etc.) y utilizan en sus
relaciones con los demás y que, en forma cambiante, son transmitidas de
generación en generación”.
Entonces, a través del proceso de socialización compartimos un conjunto de
costumbres, valores, creencias, etc., y nos sentimos partes de cierto grupo
social; es por ello que en ocasiones, tener en cuenta las relaciones de poder
entre grupos permite interferir en cómo se promueve el diálogo intercultural.
En este caso – al igual que más compañeras/os- quisiera destacar el papel
crucial de la educación tanto en escuela como familia.
M.P.
Me parece muy interesante que la autora parafrasee e Paulo Freire (a quine admiro muchísimo): “Argumentaré que la educación intercultural en sí sólo tendrá significación, impacto y valor cuando esté asumida de manera crítica, como acto pedagógico-político que procura intervenir en la refundación de la sociedad…”. La clave de todo está en la educación desde edades tempranas, así podremos participar de dicha estrategia desde un punto de vista crítico, consciente y empático.
S.C.
Creo que la interculturalidad crítica es indispensable para promover el diálogo
intercultural pues necesitamos atender a las estructuras de poder para fomentar
un intercambio entre culturas más igualitario; el diálogo se tiene que producir
entre iguales, no de arriba a abajo. Los enfoques relacional y funcional de la
interculturalidad no cuestionan ni si el intercambio cultural es igualitario o
desigual ni cómo son las estructuras de poder. En cambio, este enfoque crítico
señala que el problema no son las minorías culturales a incluir, sino la
estructura colonial racial que ordena y excluye a los que son ‘culturalmente
diferentes’. Este enfoque aboga por la construcción de sociedades más justas e
igualitarias. Ahora bien, creo que esta postura no interesa mucho a nuestro
sistema neoliberal.
En cuanto a la estrategia a adoptar, creo que se
tiene que construir la interculturalidad desde diferentes ámbitos,
principalmente desde el político (con la creación de políticas públicas a todos
los niveles que la fomenten) y desde la educación (promoviendo el pensamiento
crítico, educando en valores como el respeto, la diversidad o la tolerancia y
cambiando las narrativas de cómo se presenta el mundo y se construye a ‘los
otros’ que habitan fuera de nuestras fronteras materiales y simbólicas).