Existen muchas aportaciones desde diferentes organismos internacionales sobre el significado de la cultura de paz. La Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó en el año 1999 la “Declaración y Programa de Acción sobre una Cultura de Paz”, en la que afirma que la cultura de paz la forman todos los valores, comportamientos, actitudes, prácticas, sentimientos y creencias, que acaban conformando la paz. 

También encontramos documentos del Consejo de Europa y de la Unesco en este sentido, como la “Declaración de Viena y la Consolidación de la Paz” o la “Declaración de Budapest y la Construcción de Ciudadanía”. A nivel nacional, la cultura de paz está amparada en la Ley 27/2005, de 30 de noviembre, de “Fomento de la Educación y la Cultura de la Paz”.

Todos estos documentos comparten una visión de paz positiva, al considerar que la paz es mucho más que la ausencia de guerra. Además, vinculan la paz a la superación de la violencia cultural, estructural y directa. La mayoría de los documentos existentes en este sentido insisten en que una verdadera cultura de paz está compuesta por valores como la armonía del ser humano consigo mismo, los demás y la naturaleza; la transformación pacífica de los conflictos, los valores cooperativos, la equidad y justicia social; la importancia de la responsabilidad personal y colectiva; así como el respeto pleno y la promoción de todos los DDHH y libertades fundamentales.

De este modo, en nuestro trabajo por la promoción de la cultura de paz, trabajamos desde cinco ejes: desarrollo sostenible, igualdad de género, diversidad cultural, lucha contra la pobreza y DDHH. 

Además, visibilizamos que el equilibrio que permite que exista paz se ve muy a menudo comprometido por la existencia de la violencia directa, la estructural y la cultural. En términos generales entendemos por violencia toda actitud o comportamiento que constituye una violación o una privación al ser humano de algo que les es esencial como persona (integridad física, psíquica o moral; derechos, libertades…).

Por estas razones, en nuestra labor trabajamos de manera transversal los enfoques de género, pobreza, diversidad cultural, desarrollo sostenible y DDHH. Nos centramos, además, en los distintos tipos de violencia, directa, cultural y estructural, presentes en cada uno de ellos y cómo las violencias tienen una incidencia diferenciada entre mujeres y hombres.

  • DESARROLLO SOSTENIBLE: Defendemos un modelo de producción respetuoso con el medio ambiente, sostenible, que no hipoteque a las generaciones futuras. Además, tratamos de sensibilizar sobre las consecuencias que tiene para nuestro entorno el actual modelo económico basado en la sobreproducción, el antropocentrismo y el consumismo.
  • FEMINISMO: Es una mirada imprescindible para construir una sociedad justa y articulada en torno a la convivencia pacífica. Implica la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres tanto en el plano legal como simbólico.
  • ERRADICACIÓN DE LA POBREZA: Para superar la pobreza consideramos esencial el compromiso individual y social en la construcción de una sociedad justa en la que todas tengamos acceso a recursos y en la que la riqueza sea repartida de forma equitativa, garantizando la satisfacción de las necesidades fundamentales de todas las personas.
  • INTERCULTURALIDAD: El camino hacia la sociedad intercultural, como condición fundamental para la construcción de la democracia, implica el desarrollo de habilidades sociales que favorezcan el conocimiento mutuo, para superar estereotipos, prejuicios y discriminaciones.
  • DERECHOS HUMANOS: El respeto a los Derechos Humanos en un territorio es una cuestión estrechamente vinculada a su grado de desarrollo democrático. En este sentido, el derecho a la participación política protege y garantiza otros derechos humanos, al fomentarse la incidencia directa de la ciudadanía en los asuntos públicos.

Ilustración de David Cerro